A ella le gusta así

Edición: Psicóloga Carolina Guzmán Sánchez ||Encuentrame en Doctoralia 
Modelo: Eli Luna || Fotografía: Carolina Guzmán «Alias»Carol J Angel

 

 

María vive sola en un luminoso piso de techos altos y grandes ventanales frente a la catedral.

No quiere gatos ni perros ni canarios. Las plantas que le regalan se le marchitan. Como mucho tendría un terrario lleno de hormigas para sentarse a verlas trabajar concienzudamente en sus túneles. Pero le da pena pensar que acabaría confundiendo el canal de entrada del agua y les pondría cerveza. O que alguna noche que volviese excitada de una fiesta lo haría estallar en mil pedazos al hacer el pino en la pared.

Es un poco desastre para cuidar de seres vivos.

Igual por eso no quiere compartir piso, y alquila las habitaciones vacías a turistas que no pasan más de un fin de semana en la ciudad. Así no se encariña demasiado y luego no llora en las despedidas.

María es independiente para todo. Pero no sabe decirle a un hombre lo que le gusta en la cama.

A veces sube a chicos a su cama, cuando tiene los pies fríos y busca que le den calor. María no hace el amor con ellos. Se los folla. Y cuando ya le han calentado las sábanas los manda a casa. Ella no quiere cuidarlos ni hacerles el desayuno. “Aquí vienen a darme sexo”, no a dormir ni a comer, dice.

Es tan independiente que nunca ha tenido una relación estable. Perdió la virginidad a los 19, más mayor que otras chicas, con un hombre que le doblaba la edad. Ese hombre le explicó lo que le gustaba a él.

Y desde entonces, María ha hecho lo mismo con todos los hombres que han pasado por su cama.

María no tiene orgasmos con ellos. María no les chupa ni se deja lamer. María se toca en silencio, en la oscuridad de su cuarto a solas, con el olor a sexo y sudor después de haber hecho marcharse a otro hombre de su cama. Ella sabe lo que le gusta, conoce su cuerpo.

Ella solamente quiere hombres para un rato. Le gusta estar con ellos en su cama, desnudarlos, morderles, arañarles la espalda, gemir. Le gusta sentirlos poderosos entre sus piernas, notar su fuerza en las embestidas y después disfruta de la sensación de poder al ver lo anulados que se quedan cuando terminan.

En apenas 20 minutos, María deja de necesitarlos. Sin darles apenas tiempo para recomponerse les dice que tienen que marcharse, que ella quiere dormir sola en su cama.

Entonces, cuando cierra la puerta de la calle, y vuelve a oscuras a su habitación, empieza el verdadero momento de placer de María, en ese ambiente de sudor, sexo y humedad.

María no necesita explicarle a ninguno de los hombres que se lleva a casa lo que a ella le gusta en la cama. No lo ha hecho con ninguno, no sabe hacerlo, y no quiere enfrentarse a eso. “¿Cómo le dices a un hombre que te toqué ahí o aquí, que te muerda acá, que te haga cualquier cosa? ¡Eso rompe la magia!”. Ella quiere encontrar uno al que no tenga que pedirle nada, que sepa hacerlo todo él solito, que ya venga bien aprendido. Y le cuenta a sus amigas indignada medio en serio que cuantos más hombres prueba, menos esperanzas tiene. Ella dice que si sus parejas durante años no le han enseñado cómo funciona el cuerpo de una mujer en el sexo, no va a llegar ella en una noche a sacarlos de su caverna.

Por la mañana abre los balcones de sus grandes ventanales que dan a la plaza de la catedral y ventila la casa. La luz entra a borbotones en su cuarto, el aire limpio inunda el piso, la brisa fresca se lleva el ambiente cargado de la noche anterior.

Manchas en las sábanas.

Alguna marca de dientes en un hombro, en el cuello, en la espalda.

Algún arañazo.

El sobre roto de un preservativo bajo la cama y el condón pegajoso en el suelo.

A veces, ropa interior de hombre que ella lava y usa como pantalón corto para andar por casa.

Desayuna sola en la mesa del salón, sobre los grupos de turistas que se arremolinan para hacerse selfies frente a la catedral, con la música de algún guitarrista callejero que  pide algunas monedas, y que se mezcla con el tañir de las campanas dando la hora.

A María le gusta así…

 

Por Irene Jímenez Garcia
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