Nota de Suicidio

Edición: Psicóloga Carolina Guzmán Sánchez ||Encuentrame en Doctoralia 
Modelo: Eli Luna || Fotografía: Carolina Guzmán «Alias»Carol J Angel

 

Queridos papá y mamá:

Con 13 años, tengo que escuchar a diario los insultos y amenazas de mis compañeros de colegio. Empezaron llamándome gorda, fea, vaca, marrana. No es agradable que a una niña con mi edad la juzguen por su físico. Ni con otra edad. No soy solamente un cuerpo y voy a la escuela porque quiero ganarme la vida con mi cerebro, con mi inteligencia, no con mi físico.

Hay días en los que siento un terrible pánico al quedarme allí sola porque al final los insultos no son más que palabras, que se las lleva el viento, pero poco a poco empezaron las agresiones. Me escupían, me ponían chinches en el asiento, llenaban mi pupitre con basura. Dejaron de dirigirme la palabra, y pasaba los días sin hablar con nadie.

Y luego empezó el acoso a través de notas que me llegaban en clase con dibujos obscenos, con amenazas, mensajes en el celular y hasta llamadas a casa, donde vivo con ustedes, mis adorados papás. Me decían que iban a envenenar al perro (¡pobre Tony!), que les pincharían las ruedas de los carros, y que pintarían la puerta de la casa con pintura para que todos los vecinos supiesen que en esta casa vive una zorra que merece morir.

Me decían incluso que me suicidase para hacerle un favor al mundo.

Aunque tardé mucho en contarlo porque me daba miedo de las represalias, al final una maestra de la escuela se dio cuenta de que algo no iba bien conmigo. Siempre he sido alegre, dicharachera, y levantaba la mano en clase para dar cualquier respuesta. He sacado buenas notas desde que empecé el colegio. Siempre le estaré eternamente agradecida a mi maestra por haber querido hablar conmigo y que me sincerase con ella, dejándolos a ustedes fuera del asunto.

Ella se ha encargado de asesorarme para que tome las mejores decisiones, como la de denunciar el acoso de mis compañeros.

Pero ustedes en casa también me han visto marchitarme a diario, llorar mucho, perder el apetito o comer con mucha ansiedad algunos días. Lamento haberles causado tantas preocupaciones.

Hoy quiero darles las gracias por haber sido capaces de entender todo sin que haya sido muy humillante para mi contar que estaba siendo acosada y amenazada en la escuela. Los niños de mi edad no controlan la diferencia entre la broma infantil y la crueldad. Pueden hacer que una compañera se sienta frágil, insegura, no quiera salir de casa nunca, y quiera morir antes que ir a clase un día más.

He sentido sudores fríos al entrar por la puerta de mi clase y verlos a todos allí esperando a mi descuido para lanzarme un insulto, o algún objeto que me haga daño físico. A la hora del recreo me han pateado y destrozado los libros que bajaba al patio para leer mientras ellos juegan. Me han acorralado en el baño, me han tirado del pelo, me han roto las gafas y me han pinchado con bolígrafos en el estómago mientras me insultan.

Papá, mamá, perdonenme.

No he contado nada antes porque me daba vergüenza de mí misma, porque no sabía cómo decir en voz alta lo que me estaba pasando.

Por eso he tomado una decisión que aunque no espero que entiendan, sí quiero que respeten. He decidido suicidar a la antigua yo. Decido que a partir de ahora me da igual ser diferente. No ser la chica popular, no ser la más guapa, no ser la que más novios tiene.

Pero para ello, voy a dejar la escuela y voy a seguir estudiando en casa. El próximo curso, si quieren, pueden enviarme a otro colegio, a otra clase en la que nadie me conozca donde poder empezar de cero. Y si no, tampoco pasa nada por seguir tomando mis clases a distancia y haciendo mis exámenes por mi cuenta, mi maestra de la escuela me ha explicado que puedo ir sacando los cursos preparándome desde casa. Es una forma más de estudiar, tan válida como otras, y para mí es una liberación de mi antiguo yo, que sufre a diario por no adaptarse a unos compañeros que solamente piensan en el físico y la popularidad.

Soy feliz con mis libros, enriqueciéndome en mi interior mientras espero a que pase mi calvario. Claro que me gustaría estar en una clase llena de niños de mi edad con los que aprender, y que sean mis amigos, pero en algún momento, si sigo esforzándome, encontraré gente con la que compartir mis inquietudes en la vida.

Aunque tenga solamente 13 años (casi 14 ya), es mi firme decisión. Porque o muere mi antiguo yo, dejando atrás esta etapa de mi vida, o al final la situación acabará conmigo.

Soy demasiado joven para morir.

Por Irene Jímenez Garcia
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