Cita a Ciegas

Edición: Psicóloga Carolina Guzmán Sánchez ||Encuentrame en Doctoralia
Modelo: Eli Luna || Fotografía: Carolina Guzmán “Alias”Carol J Angel

 

Me hace mucha ilusión ver a esas personas que han pasado cada uno por su propia historia de amor. Yo he encontrando esa chispa que se busca en una pareja con un total desconocido. ¡La magia del amor!

 

Es la primera vez que Charo y Jordi van a una cita a ciegas. Los dos tienen ese gusanillo en el estómago de no saber qué se van a encontrar allí.

Jordi es un galán de los antiguos, un cuarentón bien cuidado al que las canas le quedan muy sexy.

Charo viene curtida de la vida, de desengaños y de mentiras, y necesita que la quieran bien y bonito.

Charo tuvo su primer hijo con 20 años, de un novio que resultó ser novio de otras dos chicas más a la vez, y que jamás ha querido conocer a su hijo.

Hasta los 36 no nació su hija, de un padre que las abandonó teniendo el bebé pocos meses.

Después ha conocido a algún hombre, pero la cosa no ha acabado de cuajar. Ha tenido dos relaciones a distancia donde los kilómetros han enfriado la pasión y la confianza, y ya no se fía ni de su sombra. Ahora vive en la capital, donde trabaja como enfermera, cuida a su gato, riega las plantas, y una vez por semana va a clases de baile latino.

Jordi ha sufrido por amor.

Siempre ha pecado de bueno, de entregarse en una relación hasta el punto de olvidarse de sí mismo.Él dice que de bueno es tonto.

Tiene una hija por la que se desvive, es el auténtico amor de su vida, y se esfuerza por hacer de cada fin de semana que pasa con ella un tiempo especial e inolvidable que llene su infancia de buenos recuerdos con su padre.

Vive en la otra punta del país, en un pequeño y bonito piso de soltero que siempre está impecable, el desorden le desquicia.

A los dos les han hecho daño en el amor, y son reacios a mostrar todas sus debilidades en la primera cita. Pero llevan el suficiente tiempo solos como para ir a su cita con la mente abierta. Los dos tienen claro el tipo de relación que buscan.

Los dos están llenos de inseguridades y miedos, hasta que empieza la conversación entre ellos.

En el restaurante en el que cenan no hay nadie más que pueda distraer su atención. Ni siquiera la comida. Todo son risas, confesiones, complicidad y miradas. No parece que acaban de conocerse. Cualquier persona que los mire pensará que son una pareja de enamorados celebrando una fecha especial, y que siguen tan ilusionados como desde el principio, a juzgar por el brillo de sus ojos y la amplitud de sus sonrisas.

Charo tiene mal humor por las mañanas, necesita un café conforme abre los ojos.

Jordi es cariñoso y atento, se ofrece a llevarle el café con un beso cada mañana.

Charo es desenfadada, le gusta salir a bailar.

Jordi promete intentar no pisarla al querer seguirle el paso aprendiendo salsa y bachata.

Charo lo piropea… “¡qué rico eres!”, y Jordi no se aguanta las ganas de probar sus labios.

Hacía mucho tiempo que Charo no se reía tanto, y que Jordi no se ilusionaba así.

Los dos coinciden en que prefieren vivir el momento antes que volverse locos haciendo planes.

Al terminar la cena buscan un fotomatón en el que inmortalizar la velada antes de seguir con la noche. Posan, ponen caras divertidas, se tocan, y se encuentran en un beso de película, en el que Charo alza una pierna mientras Jordi la sujeta por la cintura. Quieren llevarse fotos de recuerdo de la noche que acaban de pasar.

La cita ha terminado y esperan un taxi en la puerta del restaurante.

No ha podido salir mejor. Jordi se ofrece a acompañar a Charo hasta su hotel. Pero Charo se niega. Jordi no se preocupa demasiado, se han intercambiado los teléfonos.

Antes de que ella se suba en el taxi, Jordi le dice que ha sido una cita maravillosa, que ha sentido la chispa de lo especial desde el primer momento con ella. Le dice que es guapísima, y que quiere conocer su mal humor por las mañanas al despertarse con ella cada día.

Jordi le dice a Charo que quiere tener una segunda cita con ella.

Charo lo mira con mucho cariño en sus ojos. Lo besa tiernamente. Y le dice que es el hombre perfecto para ella, pero que después de esa despedida no volverán a verse.

Ella ya ha pasado por el sufrimiento de las relaciones a distancia y no está dispuesta a volver a caer en ese mismo error.

Hoy Jordi juega con su hija en el parque, empujando el balancín, sujetándola con sus brazos fuertes sobre su cabeza para que sienta que vuela, persiguiéndola por entre los árboles.

Charo, a muchos kilómetros de distancia, llora cada noche cuando se va a la cama sola.

 

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