Edición: Psicóloga Carolina Guzmán Sánchez ||Encuentrame en Doctoralia
Modelo: Eli Luna ||Fotografía: Carolina Guzmán «Alias»Carol J Angel
En la supuesta elección de saberme humana, un día me di cuenta que decidirse o elegir ser una humana no es muy fácil en una sociedad que me ha condicionado a bajar la cabeza, luego subirla pero ‘no mucho’ y a sonreír colocando mi cabeza hacia el lado derecho sobre mi hombro como en una posición de «escucho todo lo que me dices y estoy de acuerdo» Las humanas tenemos que comunicarnos así, de lo contrario, seremos juzgadas como rebeldes librepensadoras. Y la verdad, antes de los 35 todavía me costaba tomar otra manera gestual de darle a entender al otro de que «no siempre estaba muy de acuerdo con lo que decía» pero y aunque ladeara la cabeza hacia la izquierda, justo en ese momento el Otro, me miraba rayadamente -aguzando sus ojos como cuál microbiologo se tratara- y yo pasaba mi cabeza hacia mi hombro derecho haciendo una mueca de ternura y cambiando de tema.
Ya tenía 35, había vivido en país extranjero por casi 10 años y aunque seguía en Latinoamérica, esto no cambiaba en nada lo que había sentido y experimentado en mi país de origen: ser mujer implicaba negarme absolutamente a una voluntad propia, negarme a construir una idea de mostrar que podía pensar autonomamente, para mostrarme tenía que renunciar a ser parte de una sociedad que respetara mi ser auténtico y mi ser armónico. Ya esto lo había hecho en mi país a la edad de 17 años. A lo primero que tuve que renunciar fue al vínculo de nacimiento con mi Padre, rebelarme a él implicaba que él me expulsaría de cualquier derecho a su apellido o nombre. Y así fue.
Ese fue mi primer momento de elegir pensar en «¿cómo se construye lo de ser femenino, lo de saberme HUMANA y no más humano?»
Edición: Psicóloga Carolina Guzmán Sánchez ||Encuentrame en Doctoralia
Modelo: Eli Luna ||Fotografía: Carolina Guzmán «Alias»Carol J Angel
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