Historias de un viejo que no llegó a serlo jamás

Edición Diseño y Fotografía: Carolina Guzmán Sánchez || @CarolJAngel
Redacción: Ana Pérez Sánchez  Linkedin Facebook

 

Esta vez se trata sobre la perspectiva de un niño de principios del siglo pasado en temas de mayores como pueden ser la muerte, el abandono y la violencia de género.

Yo sólo tengo trece años y puede que, como dice mi abuela, no sepa nada de la vida. Pero si hay algo de lo que estoy seguro: el abuelo no pudo ser tan bueno como ella lo pinta.

No creo que fuese un hombre malo, no quiero dar a entender eso, es solo que me da rabia cuando la abuela me hace de menos al compararme con él, porque a mi edad el abuelo ya hacia tal y cual cosa e iba por aquí y por allí. Yo nunca le replico a la abuela, porque no me gustan las bofetadas en la cara que vienen después de mi contestación, pero estoy seguro de que si yo hubiese vivido en el tiempo que vivió el abuelo habría hecho lo que él hizo, y puede que incluso mejor. Pero resulta que yo tengo que ir al colegio con estos ridículos pantalones cortos y que lo más lejos que puedo ir solo es a la panadería de Sole, justo enfrente de casa.

La abuela se sabe de memoria lo que el padre del abuelo le dijo al abuelo antes de irse a los montes a luchar, a la guerra, y siempre que se enfada conmigo me lo repite, mirando al cielo y levantando la mano derecha: si con dieciséis años en el cuerpo y casi diez labrando esta tierra no eres un hombre, la guerra te ayudará a volver y a ser. Pero ahora no hay guerra y para una vez que fui valiente, y me colé en el cementerio del pueblo de al lado, la abuela me estuvo una semana dando cachetazos.

Al parecer el abuelo nunca decía nada, se iba sin despedirse al trabajo, volvía para comer sin saludar y bebía y dormía hasta el día siguiente sin decir palabra. Así que no sé si era malo pero, desde luego, no era muy divertido que digamos. Es por eso que no me cabe en la cabeza cómo puede la abuela echarle tanto de menos, cuando en realidad no debería ni notar su ausencia, son cosas muy extrañas…

Mamá se fue de casa por culpa del abuelo, eso tampoco le da puntos al viejo.

Y todo porque mamá no quiso decirle al abuelo quién era mi padre. Ese lo sé porque lo oí en el mercado, la abuela nunca habla de eso. Pero el asunto es que mamá se fue del pueblo y nunca le dijo al abuelo quién era mi padre, ni a él ni a mi. Y aquí me dejo. No me acuerdo de su cara, ni de la del abuelo tampoco, ya que murió unos meses después de que mamá nos dejara. La abuela dice que murió de pena de ver marchar a su única hija, pero como cuando vivía no hablaba y ahora tampoco está, nunca podremos estar seguros del todo.

Aunque yo diría que no se puede morir solo por estar triste y menos un hombre como el abuelo, que ya cargaba una escopeta antes de andar, que subía en la yunta sin ni siquiera saber hablar de lo pequeño que era.

Los hombres como él deben morir a manos de otro más fuerte, o ahogados en el mar como los piratas, sepultados en el monte como los valientes bandoleros, pero no morir porque ya están hartos de sufrir.

La abuela tiene el dedo meñique de la mano derecha vuelto de un lado todo el rato y se le pone de punta cuando coge un vaso y se lo lleva a la boca para beber. Un día me quede mirando el meñique rebelde y la abuela me contó que el abuelo le golpeó con un junco y se lo partió y ya no se le volvió a poner derecho. Me dijo, también, que ella se había pasado de lista y que el abuelo, que era mas listo aún, se había dado cuenta y la había castigado. No sé que es lo que hizo la abuela, pero desde luego dejarle el dedo a la virulé creo que fue demasiado.

Ella siempre dice que las personas solo aprenden a golpes, yo solo he aprendido en este tiempo que no me gustan que me golpeen. Y yo tampoco le pego a nadie, no vayan a creerse, nos lo dice el maestro de vez en cuando: no le hagas a tu compañero lo que no quieres que te hagan a ti en carne propia. Igual a la abuela le gusta que le peguen o igual es solo que se ha acostumbrado a ello o cree que se lo merece. Las personas creen merecerse muchas cosas, incluso cosas malas, pero no siempre es así.

La abuela necesita un abrazo, pero a ver quien es el valiente que se lo da, y también necesita terminarse el plato de puchero o se quedará pequeñita para siempre.

***

Nuestro film recomendado de la semana es: «Te doy mis ojos» una excelente película española que evidencia los atroces dolores y sufrimiento de la violencia de género. Drama social de 2003 dirigida por Icíar Bollaín y protagonizada por Laia Marull y Luis Tosar, acerca del tema de la violencia contra la mujer.

ATENTAMENTE:

UN MACHO QUE SABE QUE EL AMOR CUANDO SE COMPRENDE, ES EL MEJOR ANTÍDOTO CONTRA TODA VIOLENCIA Y DAÑOS HUMANOS.

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