¿Cómo hacer un trío?

Edición: BP||Directorio     Modelo: Eli Luna || Fotografía: @CarolJAngel
Redacción: Irene Jimenez Garcia 

 

Me quiere, no me quiere, mucho, poquito, nada…

 

Mireia tiene 22 años, y viene de Barcelona. Tiene unos enormes ojos marrones que parecen observarlo todo sorprendidos, que atrapan. Su piel es morena, y lleva una melena corta que le favorece mucho. Es muy natural, apenas se maquilla, pero esta noche ha resaltado aún más su mirada con un toque de eye liner, y se ha pintado los labios de rojo pasión. Es guapísima, enamora nada más verla.

 

Aunque ha tenido novio formal durante 2 años, está en un momento de su vida en el que no sabe si le gustan las chicas o los chicos. Tras una dolorosa ruptura con su ex, una noche salió con unas amigas y acabó en una discoteca gay de moda de la ciudad donde esa noche había una fiesta de chicas. Ella iba con la mente abierta, no buscaba nada pero tampoco era reacia a dejarse llevar. Al ir al baño una chica que había estado mirándola toda la noche la siguió, la acorraló contra la puerta, y la besó como si no hubiese un mañana.

 

Mireia se quedó bloqueada al principio, pero al notar esa lengua cálida deslizarse entre sus labios, al embriagarse con ese perfume a acondicionador de su pelo, al sentir esas manos deslizándose magistralmente por su cintura, se dejó llevar. Y aunque la noche no dio para más, desde entonces no deja de fantasear con chicas y chicos por igual.


Cristian tiene 24 años, y viene de Madrid. Es un joven atractivo, moderno, con una estudiada barba cuidada de varios días, y un estilo desaliñado al vestir que ha sido perfectamente estudiado en el espejo antes de salir a la calle.

Salió con una chica durante algo más de un año, pero ella le rompió el corazón el día que lo abandonó por otro, un chico de familia bien, con dinero, que se mueve en los clubes más exclusivos de la ciudad y juega al golf con famosos de las revistas de papel couché.

Desde entonces no confía en las mujeres, y a lo máximo que ha llegado con alguna chica es a intercambiar números de teléfono. Él suele dar uno falso, porque no quiere que le vuelvan a hacer daño. Aun así, sus amigos, que se han dado cuenta de que se está volviendo un ermitaño, le han convencido para que esta noche salga a cenar y conozca a una persona especial que le devuelva la sonrisa.


Sofía, tiene solo 19 años, y es andaluza. Tiene ese desparpajo propio de la gente del sur, es dicharachera, simpática, y siempre está riendo. Sus ojos azules brillan vivos con cada carcajada, es ingeniosa, rápida, no se queda sin tema de conversación.

Ha tenido dos relaciones serias. Con la primera era muy joven aún, estaban a distancia, y él era bastante mayor que ella, así que no duró demasiado. La segunda persona de la que se enamoró era transexual. Sofía lo conoció como chico, se gustaron, y cuando empezaron la relación él le dijo que había nacido en un cuerpo de mujer, y que aunque físicamente pareciese un chico, aún no había pasado por quirófano para cambiarse de sexo porque es una intervención muy cara, y no puede permitírselo. A Sofía no le importó, y pasaron un tiempo maravilloso juntos mientras les duró el amor.


Mireia, Cristian y Sofía no se conocen de nada, pero esta noche van a cenar juntos.

Tras un primer momento de desconcierto cuando llegan al restaurante y se encuentran una mesa para tres, deciden sentarse juntos y al menos tener una noche amena.

Sentados en la misma mesa, los tres ríen, conversan y brindan con vino blanco. Está siendo una velada maravillosa.

Pero llega el momento de pagar la cuenta y tomar decisiones. Porque los tres buscan una pareja, y a ninguno le apetece ser vértice de un triángulo.

Han ideado una forma de tomar una decisión final para elegir con quién de sus dos acompañantes tendrían una segunda cita, una tercera, una noche de hotel, y un lo que siga surgiendo. Han buscado tres pizarras, y cada uno escribirá en la suya el nombre de la persona con la que quiere volver a quedar, esta vez a solas. A la de tres, tienen que mostrarlas al resto al mismo tiempo.

Cuando giran sus pizarras, en dos de ellas pone “Mireia”.

 

 

Y así fue como conoció a Cristian.

 

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