La peluquera cachonda: me confesaba “ya te llamaré”

Edición: Psicóloga Carolina Guzmán Sánchez ||Encuentrame en Doctoralia 
Modelo: Eli Luna || Fotografía: Carolina Guzmán «Alias»Carol J Angel

 

Merche estará cerca de los 50 años, y desprende una dulzura que no tiene nada que ver con lo que esconde dentro.

Nos conocimos por casualidad, uno de esos días en que salía tarde y cabreada –cansada y agotada- de la oficina. Últimamente los dedicaba a consumir compulsivamente para llenar los vacíos que tenía dentro. En ese entonces, mi reciente aumento de sueldo se gastaba en ropa que no tenía tiempo ni ocasión de llegar a estrenar, zapatos de tacón tan alto que era prácticamente imposible andar con ellos y lencería de la que se queda en el fondo del cajón porque es tan sexy como incómoda.

Ese día cabreado, decidí entrar en la peluquería de Merche dispuesta a que me hiciera lo que quisiera.

Merche empezó explicándome todo lo que me iba a hacer en el pelo y me dijo que pasaría allí con ella al menos las próximas 3 horas.Para mi era algo nuevo, tener una amiga por casualidad en este enfriamiento interior.

Y allí, mientras me cubría la cabeza con papel de plata, fuimos contándonos un poco quiénes éramos cada una, con que soñamos, cual es nuestra batalla y nuestro más grande apasionamiento.

A los 16 años, Merche decidió que las matemáticas, la física y la literatura no eran lo suyo, así que dejó el instituto. En contra de sus padres, ella quería ser peluquera. Su oposición a la decisión de su hija fue tal que se negaron a financiarle el curso en una academia cercana, así que Merche se puso a trabajar como ayudante de cocina en un restaurante de la ciudad. En su tiempo libre, experimentaba con sus amigas.

Cuando ahorró lo suficiente, pensó que ya que iba a invertir su dinero, quería hacerlo en el mejor sitio posible. Y se mudó a 700 kilómetros de su casa, su ciudad, su familia y sus amigos para estudiar en un centro privado de renombre.

Merche al comienzo no sabía que tenía una reacción alérgica al amoníaco, químico con el que se hacen la mayoría de los tintes del pelo que se usan en peluquería, aún así no desistió de la idea de convertirse en una gran peluquera. Para arreglárselas, se especializó en  su centro de estudios en tintes vegetales hechos sobre bases naturales, respetando al medio ambiente y sin haber sido testados en animales.

Tenía entonces apenas 25 años cuando Merche era la peluquera de una de las tres principales cadenas de televisión del país que centraba sus contenidos en corazón y chismes de farándula. Nadie en su familia se habría imaginado esto. Por sus manos han pasado las melenas de las presentadoras y famosas de la prensa rosa y la sociedad del país. Durante 15 años, Merche sabía a qué hora entraba a trabajar en la productora, pero nunca a qué hora salía y aún así, cumplía su sueño. Su capacidad natural de ser feliz.

Merche cuenta que en esa época no tenía tiempo para buscarse en el amor o dejarse corretear por los pasillos con solo suspirar y gritar a fuerza de desenfreno. Cuando hacía “sociales” y salía a disfrutar del ambiente tenía ganas de un abrazo, de cariño, de unos mimos de un hombre en su piel. Pero no tenía tiempo “para eso” lo que hacía era repasar la lista de contactos de su agenda hasta dar con un nombre apetecible, y lo llamaba para “tomar una cerveza”. Después se iban a casa de él, y cuando ella había conseguido lo que iba a buscar, les decía, despidiéndose desde la puerta “ya te llamaré”. Riéndose, me confesaba ese día que nunca los llamaba de nuevo y no por codicia sino por valentía.

En secreto Merche, dice que ella es algo así como una gran heroína, se ha vengado por todas las mujeres a las que los hombres les han dicho eso y luego y luego nunca las llaman. Que si ellos pueden hacerlo y quedarse tan anchos, conformes y plenos, las chicas entonces también tenemos que hacerlo, por la obligación y el derecho a estar en igual valor.

También me contó que cuando alguna vez algún chico con el que salía le proponía algo más formal, como vivir juntos o incluso matrimonio, de inmediato los dejaba. Merche dice que ella es demasiado libre como para atarse a nadie.

Cuando terminó de secarme el pelo, después de haberme hecho un cambio radical, tiñéndome de rubia platino, Merche me confesó con los ojos brillantes de ilusión que llevaba dos años casada y que en nada se parece atarse a alguien, continua siendo una mujer libre.

Él es cartógrafo, y pasa temporadas navegando por el mundo para hacer mapas. Se conocieron por internet en una web de citas, y al día siguiente de su primera cita se fueron a vivir juntos. Seis meses después, Merche le decía a su madre que se casaba. Cuenta que nadie le creía, después de la juventud que había tenido, y de lo que siempre le había rehuido al compromiso.

Se casó por la iglesia, vestida de blanco, y en una ceremonia con más de 100 invitados.

Merche cuenta con orgullo sus aventuras y preámbulos amorosos de cuando trabajaba para la televisión.

Y se le ilumina la cara hablando de su marido.

Es mi nueva amiga. Dentro de tres semanas tengo que ir a que me retoque las raíces y me tiña las puntas del color que ella quiera.

Por Irene Jímenez Garcia
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