Edición: Psicóloga Carolina Guzmán Sánchez ||Encuentrame en Doctoralia 

Modelo: Eli Luna ||Fotografía: Carolina Guzmán «Alias»Carol J Angel

Arrancar de cero un año resulta siempre lo mejor de las mejores opciones cuando se ha despedido de todo lo que ya no sirve. El 31 de diciembre elegí tirarme en la cama todo el día y solo levantarme cuando las campanas tocarán a la medianoche, ahí, justo en ese momento escucharía todo el barrio festejando el «Nuevo Año» como si fuera gran cosa celebrar la subida de impuestos, la congelación de los salarios, la miseria de los países en crecimiento, las nuevas traiciones e infidelidades acontecidas justo entre navidad y ese día. Bueno, yo elegí levantarme a medianoche y vigilarlo todo pero no fue así. El teléfono comenzó a sonar con voces lejanas: hola mijita, llamaba para desearle feliz año nuevo antes de que las comunicaciones colapsen  todo se vuelva un caos; si claro tía, gracias, y como esta todo por allá; ay mijita como usted no volvió a visitar a los pobres, menos mal no cambio su numero sino, no la hubiera localizado y su familia como esta, el marido, la hija ya debe estar lo mas de grande, por ahí me contaron que tiene un hijito lo más de bonito, cuando lo trae a visitar a los pobres. Esto se repite cada año, el mismo día. Y yo simplemente quería recortar mi vida con un día menos, olvide las malas maneras y hubiese desconectado todo, pero igual las empresas de comunicaciones me darían la buena noticia cuando volviera a encenderlo, buzon de mensajes usted tiene 5 mensajes para escuchar… Igual estaba el whatsapp con mensajitos de felicidad, prosperidad y sarta de saludos de gente desconocida vendiéndome un colchón, un abrigo, unos calzones amarillos. Yo sólo quería estar completamente inmersa dentro de un estado de liberación y tirarlo todo, quedarme en ceros para comenzar de ceros. El 2015, como los últimos 20 años de mi conciencia planetaria -tengo 36- ya estoy cansada de lo mismo. En lugar de ser una fecha de reflexión, discusión, arreglos, limpiezas, re-comienzos con oportunidades para todos. No, las oportunidades no son para todos. Mi problema este año fue que finalmente no me deje seguir comiendo cuento de los manipuladores de la oficina, encaré a mi exjefe y le dije lo de Agustín. Cuatro años en su oficina fingiendo que el papá era mi esposo y ya no aguante más. Me arme de valor, le dije de quien es hijo y que necesitaba que se encargara de la escolaridad de Agustín o de lo contrario le diría a todos y no me importaría nada. Desde que empecé a perder la fe en que el precio del dolar bajaría y haría nuestra vida económica más decente me di cuenta que no podría seguir sosteniéndolos a todos. Ser madre cabeza de familia, aguantarme todos los días las quejas de mi esposo porque no consigue buen trabajo luego de 6 años y que prefiere estar en la casa sin ayudar en nada, contratar a alguien a que limpie, barra y espume, que nuestra hija mayor este a punto de terminar la secundaria y  que Agustín comience el colegio. No pude más. Me canse, me harte, me empecine en poner la cuenta en ceros, vaciar toda mi vida, o lo que hasta ahora había conocido de mi vida. Desde hace dos semanas estoy sola en una habitación alquilada por mi madre quien aún me da palmaditas en la espalda y me dice que todo va a estar bien. Me fui de la capital y estoy cerca de comenzar otra historia. Si la sociedad quiere hijos, quiere ciudadanos, que se ocupe de ellos. Yo ya hice mi tarea, y renuncio a ser una esclava más. No ostento títulos de mala madre, mala mujer, mala hija, mala ciudadana de lo contrario diría lo mismo de la sociedad, del gobierno que no ayuda, de la liviandad como se resuelven los conflictos macroeconómicos nada mas que apretando cada vez a los ciudadanos corrientes.

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